Aprender es algo que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida. Incluso antes de nacer, nuestros genes toman el control y según van dando forma a ese ser que va haciéndose, le dotan de recursos para el aprendizaje “preparándolo” para tener una entrada gloriosa a la vida, lágrimas incluidas. Esa cartografía genética propone para cada uno de nosotros diferentes escenarios, en los que encontramos en común las competencias para adaptarnos al medio en que somos alumbrados, y también, la capacidad de aprendizaje para interactuar casi de forma automática y con éxito con dicho medio.
Y así seguimos, según crecemos y maduramos, comprobando que esa capacidad para aprender está siempre ahí. Aunque en algún momento dejemos de hacer uso de ella; y a veces nos sirva para darnos cuenta de que lo poco que hemos aprendido, y de que seguimos cometiendo, con bastante asiduidad, los mismos errores.
Ver todo el artículo aquí. https://www.linkedin.com/pulse/aprender-diccionario-para-el-mentor-con-palabras-positivas-duarte/?trackingId=JMBLyFsj347y9qFVG8n2Ng%3D%3D
3ª. APRENDER.
Repensando “ARMONÍA”, iniciábamos este “Diccionario para el Mentoring con Palabras Positivas”.
Cogiendo al vuelo el reto que os proponemos de construirlo entre todos, nuestro amigo Elías, en buena armonía, nos estimulaba a definir un dúo de palabras que a él le parece especial: APRENDER-APRENDIZAJE. Nos escribía:
¡¡Gracias a ti Carlos por tu contestación con palabras positivas!! Creo mejor seáis vosotros, los profesionales expertos, quienes las defináis y reflexionéis. Por mi parte sólo un pequeño comentario: «aprender«, «aprendizaje«, nadie duda que es algo que hacemos incluso antes de nacer, sin darnos cuenta, aprendemos de los aciertos/éxitos y de los errores/fracasos, propios y ajenos, de la vida misma, de la madre naturaleza que tantos mensajes nos está lanzando continuamente y de la que somos una diminuta parte ,… La carga positiva que precisamos la obtenemos, a mi entender, con el aprendizaje continuo, y más en estos tiempos de obligada gestión del cambio (como realidad), de gestión/control emocional (tanto propio como el de nuestros equipos), incertidumbres, etc.…, se están imponiendo y guiando nuestras vidas
De acuerdo con Elías: aprender es algo que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida. Incluso antes de nacer, nuestros genes toman el control y según van dando forma a ese ser que va haciéndose, le dotan de recursos para el aprendizaje “preparándolo” para tener una entrada gloriosa a la vida, lágrimas incluidas. Esa cartografía genética propone para cada uno de nosotros diferentes escenarios, en los que encontramos en común las competencias para adaptarnos al medio en que somos alumbrados, y también, la capacidad de aprendizaje para interactuar casi de forma automática y con éxito con dicho medio.
Y así seguimos, según crecemos y maduramos, comprobando que esa capacidad para aprender está siempre ahí. Aunque en algún momento dejemos de hacer uso de ella; y a veces nos sirva para darnos cuenta de que lo poco que hemos aprendido, y de que seguimos cometiendo, con bastante asiduidad, los mismos errores.
¿En qué momento esa “naturalidad” para aprender que mostramos cuando bebés y siendo niños, se va desvaneciendo, transformándose en certezas de conocimiento, muchas veces inciertas y casi siempre sesgadas?
(Por “naturalidad” aquí entendemos: curiosidad, apertura mental, interés, humildad, confianza, paciencia, esfuerzo, prueba, atrevimiento, dedicación, duración…)
Nuestro amigo Elías nos proponía, con muy buen criterio, diferenciar entre aprender y aprendizaje. Echémosle un vistazo a nuestro Diccionario, para comprobar cómo nos define ambos términos.
Por un lado, aprender se describe, entre otras, de dos formas:
1. tr. Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia.
3. tr. Fijar algo en la memoria.
Por otro lado, aprendizaje, implica:
1. m. Acción y efecto de aprender algún arte, oficio u otra cosa.
2. m. Tiempo que se emplea en el aprendizaje.
3. m. Psicol. Adquisición por la práctica de una conducta duradera.
Aun pareciéndonos, a priori, una proceso y otra acción, si contemplamos ambas palabras con detenimiento descubrimos que se conectan y se relacionan de tal forma, que se muestran consecuentes y complementarias entre sí: El tiempo para aprender que dedico al aprendizaje, y durante el aprendizaje, me permite fijar nuevos conocimientos que, puestos en práctica, revelan aquello que conseguí aprender, aprendiendo teórica, práctica y conductualmente.
¡Son malos tiempos para aprender, para el aprendizaje! El ilustre escritor portugués y premio Nobel de literatura, José Saramago, nos dejó escrito: “Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en el triunfo personal”. A éstas, añadimos la rapidez, la inmediatez, la liquidez, la volatilidad, la ambigüedad, la complejidad, la incertidumbre…
El Siglo XXI nos desembarca en una orilla en la que encontramos serias difíciles para aprender, para dedicar tiempo, atención, reflexión y esfuerzo en el proceso de aprendizaje. Queremos tener títulos, incluso antes de empezar los cursos; queremos, además, que éstos sean cortos. Los programas formativos en los que participamos son cada vez más exiguos, en forma y fondo.
Cuando los “poli-prácticos” nos discursean sobre “la necesidad de promediar los resultados para conseguir que nuestros jóvenes y menos jóvenes consigan un nivel de preparación que les permita…(bla, bla, bla)”, casi siempre lo hacen a la baja; esto es: bajando el nivel, el contenido, las horas, las prácticas, y hasta los sueldos, la investigación y las becas. ¿Y nos sorprendemos de los resultados?
En contrapartida, SABER está de moda; o mejor dicho, ES una moda necesaria. Un moda hiper-influenciada”, que nos abanica con una cantidad enorme de cursos y recursos, y que nos dicen que si no los cursamos estamos “out”; nos obligan al “yo también” para no quedarnos atrás, y si además el título se parece a algo escrito en inglés, entonces “yo más”. ¡Cómo yo, que soy __________ (completar la línea con el título/función/definición que prefiramos) voy a mostrar que no sé! O mejor escrito, ¡cómo no mostrar que he hecho tal o cual programa de máster super-rapido-intrépido-incisivo-imprescindible, y tener un título que pueda poner en mi muro!
El miedo a no saber, o peor aún, a no poder mostrar (que no necesariamente demostrar) que sé, nos atenaza.
Amigo Elías, aprender y aprendizaje se nos han desnaturalizado. ¡Algo tendremos que hacer entre todos para que volvamos a tratarlos “con naturalidad”. A propósito, tenía en mente hablar de “Desaprender” como elemento necesario y complementario al aprender. Claro que, visto lo visto, mejor lo aparcamos hasta que toque. ¿Te parece? ¿Compartes nuestra reflexión?